dilluns, de juliol 31, 2006

Acoso en las escuelas

Los medios de comunicación nos recuerdan a menudo que la maldad también habita en los centros educativos. En los últimos ocho meses dos estudiantes (Cristina, una alicantina de quince años y Jokin, un hondarribitarra de catorce) se han suicidado; los dos sufrían constantes agresiones psicológicas y físicas por parte de algunos de sus compañeros de clase. Afirman las crónicas que no pudieron soportar este acoso y decidieron acabar de forma trágica con el calvario a que les habían condenado cuatro mocosos aprendices de matones.

El acoso escolar o bullying –anglicismo que procede de la palabra inglesa bully: matón, abusón- es un fenómeno antiguo; seguramente todos recordaremos momentos de nuestra infancia en los que fuimos víctimas o verdugos de actos vejatorios entre compañeros de escuela. Es probable, sin embargo, que nadie pueda rememorar situaciones tan extremas como las que se dan en la actualidad, con jóvenes que se suicidan o –como sucedió recientemente en Hospitalet- respondiendo a navajazos a las vejaciones de sus compañeros de clase. Parece como si las nuevas generaciones hubiesen perdido todo sentido de la mesura, adoptando modelos de comportamiento exentos del más mínimo sentido moral. Las causas de este problema obedecen a múltiples razones y demandan análisis complejos, inabordables desde una columna de opinión. Quisiera sin embargo llamar la atención sobre un aspecto que se me antoja importante para entender este tipo de violencia: el ambiente de desprecio por los conceptos de respeto y responsabilidad que domina el escenario social. Reclamar derechos y despreciar deberes, ante un laisser faire de todo tipo de administraciones y autoridades, se ha convertido en una característica de nuestro entorno, creándose así un excelente caldo de cultivo para la violencia. Y convendría, sobre todo a la hora de buscar responsables, tener muy presente que este escenario no lo han creado las nuevas generaciones.

“El sistema basado en el respeto está resquebrajándose” denunciaba recientemente en este periódico el editor ingles del The Sun, mientras que Tony Blair, siempre atento a los termómetros sociales, ha hecho de la “sociedad del respeto” una de las prioridades de su nuevo gobierno. Es cierto que en el Reino Unido la magnitud de la tragedia es impresionante: cada año son más de 16 los niños y niñas víctimas de acoso escolar que toman la trágica decisión del suicidio. Si no somos capaces de aprender de los males de los otros nuestro futuro no será mucho mejor que el del Reino Unido. Y es que las condiciones y los datos que se van conociendo no son nada optimistas: ya en el 2004 la Oficina del Defensor del Menor de Baleares tuvo que intervenir en hasta nueve casos relacionados con el acoso escolar. La lucha contra el bullying y otras modalidades de violencia juvenil no puede combatirse sólo desde las escuelas y con el voluntarismo de unos pocos profesores o familias responsables. La solución –como tampoco el problema- no está sólo, ni siquiera mayoritariamente, en las aulas.

1 Comments:

At 1:05 p. m., Anonymous Anònim said...

Acoso escolar, como bien señala Jaume, quién no recuerda algún momento en que fue víctima o agresor. De todos modos, siemrpe que leo algún artículo o medida a tomar, la mayor parte hacen referencia al entorno (colegio, aula, grupo de amigos, profesores,...) pero yo quisiera abrir otra línea: el propio alumno y sus mecanismos de defensa.
Como muchas veces pasa cuando nos damos cuenta de que algo va mal, pasamos de un extremo al otro. Hemos pasado de un punto en el que el alumno no "valía" nada, a la actual situación, en que el alumno está sobre protegido. Claro ejemplo es el socorrido por muchos educadores: antes cuando un profesor daba un capón al alumno el padre al enterarse le daba otro; ahora si un profesor contesta mal al alumno el padre va al colegio y le da un capón.
Pues bien, de un extremo al otro, y el resultado es un alumno sobreprotegido que se cree con derecho a todo pero que no desarrolla los mecanismo psicológicos adecuados para afrontar conflictos de manera adecuada.
Tal vez ahí esté el kit de la cuestión. Fortalezcamos a nuestros alumnos y saquémoslos de esa especie de esfera protectora en la que se hallan para que aprendan en la escuela a resolver esos problemas cotidianos, que no nos engañemos, no son, en su mayoría, tan traumáticos.
No digo con ello que no se siga trabajando de forma multifactorial, es decir, desde todas las ópticas de los agentes implicados (potencial acosador, potencial acosado, profesores, padres, escuela,...) pero tal vez yo haría más hincapié en las habilidades del potencial acosado para evitar y afrontar situaciones conflictivas, ya que tal y como se ve en otros programas, como por ejemplo de prevención del abuso de menores, las propias habilidades pueden ser tan o más importantes que otros factores.
Andy.

 

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